20.4.10

Miércoles por la mañana

El productor me lo había mandado el viernes.

“Creo que el piloto está bien, pero no me acaba de convencer el arco de temporada que propone el guionista. Échale un vistazo y se te ocurre algo, tú podrías encargarte de la serie” – me dijo.

Estábamos ya a miércoles.

Hasta entonces, yo había tenido varias juergas, algo de trabajo, mucho sueño y más pereza. En resumen, no había abierto el documento.

Eran las siete de la mañana y no podía dormir.

Bajé a la cocina, cogí el portátil y, después de tontear un poco visitando siete veces la página de elmundo.es me resigné: lo mejor era leer ese asunto lo antes posible para darle una respuesta al productor.

Abrí el documento. El piloto. Cincuenta páginas. Me puse a leer. Como ya me había avanzado el productor, aquello iba sobre un grupo de polis corruptos. También me había dicho que el guión era bueno. No lo era. Era buenísimo.

Durante una hora estuve leyendo aquél acelerado relato de corrupciones y asesinatos, sin darme cuenta de que todavía no me había hecho ni siquiera el primer café de la mañana. En aquellas cincuenta páginas había más energía y tensión que en todos los guiones para series nacionales de televisión que he leído desde que trabajo en esto. Tal vez algunas escenas domésticas fueran un poco explicativas. O tal vez un grupo de polis tan corruptos y crueles fuera poco creíble en nuestro país pero… ¿quién se para a pensar en esas minucias cuando está subido en un frenético carrusel de tiros, droga adulterada y venganzas cuidadosamente orquestadas?

Los dos documentos que acompañaban el guión, como ya avanzaba el productor, necesitaban una revisión… ortográfica, sobre todo. Sin embargo, ya en ellos se notaba que el autor tenía muy clara la evolución de la serie y su intrincadísima trama. También la descripción de personajes presentaba una curiosa combinación de imaginación narrativa y descuido ortográfico.

Sin dejar que pasara ni un minuto más, escribí al productor. “El guión que me has mandado no es bueno, es buenísimo. No me siento capaz de ponerme a trabajar en ese arco de tramas, porque creo que el guionista lo tiene completamente en la cabeza, sólo tiene que ponerse a redactar el documento con algo más de cuidado y detalle” – vine a decirle. También le pregunté el nombre del guionista.

Me respondió. Ok, ya que te ha gustado tanto, haré lo que dices. Me dio el nombre del autor.

Lo busqué en imdb. No aparecía. Sólo había un par de referencias a él. Un corto, un fragmento de guión… Por un momento, llegué a pensar que no se trataba de la misma persona. También pensé que ese guión podía ser un plagio de alguna serie americana. Algo así no puede escribirlo un donnadie: revisé sinopsis de “The Shield” que parecía el modelo más obvio pero… nada parecía coincidir.

Luego preparé un zumo de naranja, puse música de los Planetas en el portátil y me puse a cantar. Daba igual si aquello era un plagio o no. Hace algo más de una hora, cuando bajé a la cocina, estaba hecho un asco. Ahora estaba feliz. Recordé una frase de Syd Field en su manual sobre guión: todo el mundo (y él lo sabía por experiencia: fue lector de guiones durante mucho tiempo) se sienta a leer un guión con la esperanza de que le guste. Un guión que no gusta es, en cierto modo, también un pequeño fracaso para el lector, que ha pasado una hora y media luchando contra algo que no ha terminado de entender o de querer.

Yo, con mi zumo de naranja y cantando a los Planetas, estaba feliz gracias a ese guión, escrito por un desconocido que no aparecía en ninguna parte. También estaba feliz porque mi entusiasmo significaba que seguía siendo capaz de apreciar las buenas historias, vinieran de donde vinieran. A pesar de que yo no iba a obtener ningún beneficio de todo este asunto, ese tipo me acababa de animar la mañana. Eso sí, a la vez, el capullo me había puesto el listón muy alto para el guión que estoy escribiendo en estos momentos.

Alguien, en cualquier parte, con unos cuantos DVDs de series y un ordenador puede escribir el mejor episodio de televisión nacional de las últimas décadas. Al menos en mi opinión. ¿No es eso algo que nos tiene que dar esperanzas a todos?

Por prudencia, prefiero no escribir aquí el nombre del autor del guión (sus iniciales son J.L.) ni del pequeño productor interesado en montar su serie. Ojala puedan llevar a cabo su proyecto. Eso me reconciliaría un poco con la producción televisiva de este país. Pero, salga adelante su proyecto o no, desde ya mismo quiero darle las gracias a ese guionista por reconciliarme con mi profesión.

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13.4.10

La vida de los otros

Grabando mis famosos vídeos del invierno (sí, ya sé que estoy muy pesado con ellos, pero aquí no es spam, sólo una referencia) me encontré con algo que no tenía del todo previsto. Si trataba de grabar lo que veía, lo que me rodeaba, me encontraba con un pequeño problema: las personas a las que grababa no tenían inconveniente en que yo las viera pero… sí en que las grabara y en que colgara el vídeo en Internet. No en todos los casos, claro: había gente encantada de actuar ante la cámara. Sin embargo, muchas otras pedían que no se colgara ninguna imagen suya, aunque sus acciones o palabras fueran absolutamente inocentes.

Por supuesto, tenían todo el derecho a decidir si querían aparecer en una página web y así lo respeté, no colgando vídeos sin autorización (bueno, alguna vez le eché un poquillo de cara, lo admito. Siempre, o casi siempre, me pillaron).

Aún reconociendo que lo que me pedían era puro sentido común, cada vez que alguien solicitaba que no colgara cierto vídeo, algo en mí se revolvía. ¿No eran cosas que yo había visto, no es la cámara una prolongación del ojo, no eran cosas que me habían sucedido a mí? Si podía contárselas a los amigos o, incluso, escribir sobre esas cosas, ¿por qué no podía…colgarlas en Internet?

En el caso de los vídeos parece evidente que las personas tienen un derecho sobre su imagen y que ésta sólo puede ser difundida con su autorización (aunque tengo dudas, por ejemplo, cuando estas grabaciones son en espacios públicos, calles, grabaciones de cámaras de seguridad, etc.)

Sin embargo, hay otros casos en los que las cosas no están tan claras.

En nuestra vida nos cruzamos con mucha gente. Con un poco de memoria, somos capaces de recordar cientos de historias reales. Algunas nos las ha contado esa gente, otras las hemos vivido directamente. No hace falta que nadie nos contara lo de esa tía loca que sólo alcanzaba el orgasmo con el programa de Sánchez Dragó de fondo, eso nos pasó (¿por qué creéis que guardo siete DVDs originales de “Negro sobre blanco” entre mis posesiones más preciadas?)

Por cierto, las historias que molan a veces son grandes ejemplos de superación personal. Pero, por lo general, las que molan de verdad son las otras, las de hundimiento personal. La de la abuela sacando adelante sola a cinco niñas en los duros tiempos de la posguerra puede molar. Pero yo diría que a casi todos nos interesa más la historia del abuelo ludópata que se jugó la casa a las cartas y luego abandonó a la familia, sí, a las cinco niñas..

El problema es que nosotros no somos fontaneros. No somos tipos que escuchen historias y las olviden. O las cuenten sólo a tres compañeros de trabajo o a la mujer, al volver a casa. Nosotros somos guionistas y, aunque tiramos a la basura el noventa por ciento de las historias que escuchamos, solemos pensar que con el diez por ciento restante podríamos hacer una trama memorable.

Porque muchas historias reales son un coñazo. Otras, son tan extraordinarias que nadie las creería en un guión. Pero otras refulgen con una autenticidad y complejidad que, en muchos casos, seríamos incapaces de inventar.

Hace unos años, un director que me gusta mucho, el francés Arnaud Desplechin, salía con una actriz, la protagonista de unas cuantas de sus primeras películas. Aquí tenéis a la atractiva y elegante Marianne Denicourt.

Un tiempo mas tarde dejaron de ser pareja.

En 2004, Desplechin estrenó una peli desmesurada, divertida y emocionante llamada “Reyes y reina”. Uno de los personajes principales era Nora, una mujer que había quedado viuda muy pronto en su vida, su primer marido se suicidó, dejándola sola con un hijo. Ahora, cuando estaba a punto de casarse de nuevo, su padre enfermaba y ella se veía obligada a cuidarle hasta su muerte por cáncer. Pese a ello, el padre guarda un profundo rencor por su hija. Nora lo descubre leyendo una durísima carta. Es ésta (sólo he podido encontrarla en francés, sorry).



El padre acaba dirigiendo a su hija frases tan contundentes como “Te odio” o “No soporto que me sobrevivas”.

Bien, como alguno de vosotros habrá deducido, la ex novia de Desplechin se vio retratada en el personaje de Nora (aquí podéis ver unas cuantas secuencias de este personaje, en YouTube). Un ex novio suyo también se había suicidado. También ella atendió a su padre, que murió de cáncer. Denicourt decidió pasar al ataque. Al año siguiente del estreno de la película, Denicourt, publicó un libro titulado “Mal genio” sobre un director de cine llamado Arnold Duplancher, que utilizaba la vida de sus allegados para satisfacer su sed de historias. No, no era un retrato demasiado favorecedor, como imagináis.

Pero lo más interesante es que al año siguiente, Denicourt presentó una demanda contra Desplechin, pidiéndole 200.000 euros en concepto de daños y perjuicios por haber utilizado hechos de su vida privada para el guión de “Reyes y reina”.

El tribunal decidió finalmente absolver a Desplechin, pero lo hizo teniendo en cuenta, sobre todo, las numerosas diferencias entre el personaje de ficción y la demandante.

¿Qué hubiera ocurrido si Desplechin hubiera introducido menos cambios entre su trama y la historia real? ¿O si el tribunal hubiera sido más favorable a la demandante? ¿Hasta qué punto podemos utilizar las cosas que hemos visto, las frases que nos han dirigido o las historias que hemos escuchado? ¿Qué es nuestra vida y qué parte de esta podemos contar? ¿Sólo aquella que no se solapa con la de los demás? ¿Podemos contar únicamente historias positivas sobre quienes nos rodean ya que, si no, nos negarán la autorización para utilizarlas? ¿Cuánto maquillaje debemos usar para evitar una demanda como la de Marianne?

O, visto desde el otro punto de vista, ¿salir (o peor, haber salido) con un guionista tiene el riesgo añadido de ver tus peores defectos imitados por una actriz a la que no conoces en una serie de máxima audiencia? ¿Es éste un riesgo que toda pareja, amigo o compañero de trabajo que tengamos debe asumir?

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6.4.10

Un post airado

Sé que no debería escribir enfadado.

Me enfado poco.

La penúltima vez fue el lunes pasado, durante el partido de baloncesto. Recibí un balonazo en la nariz. Dolió mucho. Cabreado, di una patada a una grada de cemento. La nariz está bien. El pie, azul e hinchado. Tardaré varias semanas en poder volver a jugar. No, hacer cosas cabreado no es muy útil.

Pero voy a volver a hacerlo. Mi segundo cabreo de la semana pasada fue cortesía del post de Chico Santamano sobre la HBO española. Aprecio mucho a Chico, le admiro como blogger y le quiero como persona. Además, os prometo que el tipo tiene una voz estupenda. Sin embargo, como decía, su texto de la semana pasada me enfadó.

Tal vez fue porque me recordó a aquél jefe que, mirando mi curriculum el primer día de trabajo, casi me echó una bronca por haber trabajado en cine. El tipo me quiso recordar que en cine y tele las cosas eran muy diferentes, que los de cine veníamos con muchos humos y pretensiones... Lo sorprendente es que yo en ningún momento había mencionado mi trabajo como guionista de cine (y, desde luego, mi experiencia cinematográfica es demasiado modesta y corta como para ir presumiendo de ella).

Chico ha trabajado más en cine que en en televisión, así que no tiene nada que ver con ese productor que, posiblemente, liberaba conmigo alguna de sus frustraciones profesionales. Precisamente por ello me da pena que Chico comparta con aquél individuo esa actitud defensiva ante “los del cine”.

Por entrar en materia de una vez: el post de Chico criticaba que los primeros proyectos de ficción de producción propia de Canal Plus se hubieran confiado, a su entender, a personas con una larga experiencia en cine pero muy escasa en televisión.

Tengo unos cuantos argumentos para discutirle esa crítica. Vamos con ellos.

- Primero: una empresa privada tiene derecho a contratar a quien desee para lo que quiera. Si el Plus decide gastarse el dinero en un musical espacial con Constantino Romero como galán romántico y Fernando León de Aranoa tras las cámaras, allá ellos.

- Segundo: aunque es cierto que las personas citadas en la noticia no tienen una larguísima experiencia en televisión, David Trueba comenzó en este oficio, hace casi veinte años como guionista de “El peor programa de la semana”, a mi entender, uno de los mejores programas de entretenimiento que ha emitido la televisión en este país. El director de la otra serie que anuncia Canal Plus será Jorge Sánchez Cabezudo, realizador en "Desaparecida", "Hospital Central" y guionista en "Al salir de clase" entre otras series.

- Tercero: no cabe duda de que muchas series de ficción nacionales han conseguido un gran éxito popular en los últimos años. Aunque muchas otras han fracasado, las cifras de audiencia demuestran que las series de producción propia compiten y se imponen, en muchos casos, a las extranjeras con las que compiten. Eso sí, ni siquiera nuestros guionistas televisivos más entusiastas opinan que nuestras series son de gran calidad. Como mucho, tendemos a considerarlas “entretenidas” o “dignas”. La prueba es que, si no es para mantenernos informados, no solemos verlas. Hacemos “A tortas con la vida”, pero vemos “Mad Men”.

- Cuarto: las personas que están detrás de los proyectos que actualmente impulsa Canal Plus no parecen demasiado mediocres. ¿Creemos realmente que la televisión en España no puede permitirse la llegada del productor de "Ágora" o "Mar Adentro"? ¿Tan alto es nuestro nivel como para despreciar lo que pueda aportar un tipo que, además de dirigir cinco largometrajes, acaba de ganar el último premio Nacional de la Crítica con su tercera novela? Scorsese está trabajando en "Boardwalk Empire" para la HBO ¿deberían retirarle de la serie porque… siempre ha trabajado en cine? ¿Quién carajo le permitió a David Lynch meter mano en “Twin Peaks” y a Spielberg en “The Pacific”? ¿Quién dejó que Mario Camus y Antonio Drove dirigieran episodios de “Curro Jiménez”? ¿Y Antonio Mercero, era un traidor al cine cuando rodaba “Verano Azul” o un intruso en el cine cuando “La hora de los valientes”?

Si Canal Plus, por fin, apuesta por la producción propia, parece normal que busque su propia vía. Si toma a la HBO como modelo, es lógico que opte por contenidos que le puedan dar algo de prestigio, que la distingan de los que proporcionan las cadenas generalistas y que atraigan a otro tipo de público, más adulto y exigente. Por ejemplo, uno de los proyectos de serie de Canal Plus es una adaptación de unanovela de Rafael Chirbes. ¿No os suena exótico? Me gustaría cuántas series de las emitidas en los últimos veinte años en España están basadas, aunque sea lejanamente, en algún material literario previo. Me da la impresión de que nuestra ficción televisiva ha sido espectacularmente iletrada en estas últimas décadas. (Sólo recuerdo la libre adaptación de “13 rue del Percebe” que se hizo con “Aquí no hay quien viva”).

En todo caso, estas series, al ser emitidas en una cadena de pago, evidentemente, no competirán en audiencia con las de las cadenas generalistas, ni siquiera con las de las de TDT, todas ellas gratuitas. El propósito de estos dos nuevos proyectos será proporcionar o mantener abonados a Digital Plus y darle imagen de calidad.

Como todos sabéis, casi todas las series norteamericanas que solemos ver aquí, suelen proceder de cadenas de pago, la HBO, Showtime, etc y tienen audiencias incomparablemente más bajas que las de series menos prestigiosas pero más populares como CSI, Ley y Orden, etc. En términos de audiencia, sin duda, cualquier producción propia de Canal Plus será un “fracaso” comparada con las audiencias de una generalista. Su batalla será en el campo artístico. Un campo del que la ficción televisiva española, por cierto, ha desertado desde hace muchísimo tiempo.

Será difícil recuperar parte de ese terreno perdido. Pero a mí, por lo menos, me encantará ver de qué son capaces los de Plus.

Porque estoy deseando poder ver (y hacer) una televisión española de mayor calidad. Una televisión de la que estar un poco más orgulloso.

Tal vez para conseguirla hace falta que venga gente que hasta ahora no ha trabajado demasiado en ella. Tal vez podamos aprender algo de ellos.

Desde luego, a estas nuevas series, como a todas las demás, les daré el beneficio de la duda. Y estoy seguro de que tú también lo harás, admirado Chico.

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