26.1.10

La situación laboral del guionista en el 2010 a.D. (antes de Domínguez)

Hola guionistas:
Primero, enhorabuena por el blog (Bloguionistas), es una suerte tener reunidas a tantas mentes preclaras en una misma web.
Solo querría preguntarles cual es la regulación fiscal que se aplica en su trabajo, cobran una nómina, como casi todo hijo de vecino, o están en régimen de autónomos, lo cual puede llegar a ser un gran inconveniente según el mes. Es una curiosidad que tengo y, creo que si sus lectores, entre los que me incluyo, quieren dedicarse a la escritura de guiones televisivos y cinematográficos, deberían saberlo. (...)

Gracias por su blog y buena suerte a cada uno de ustedes en sus próximos proyectos

E.R.

Querido E.R., primero, gracias por tu consulta.

Segundo: has tenido suerte, entre las mentes preclaras de este blog, te contesta una de las únicas que no está, además, llena de sucias ideas.

Tercero: me preguntas por el régimen fiscal – laboral del guionista.

Suena cachondo.

Vamos con ello.

Primero, el párrafo "disclaimer": hay un montón de situaciones diferentes, hay de todo en la viña del Señor, etc. Es decir, que, en cuanto publique esto, habrá cuarenta comentarios que dirán que en tal productora el régimen de contratación era diferente, que ellos tenían un contrato de esclavo especializado, que facturaban con IVA y que les pagaban por quinquenios.

Yo te cuento lo que es lo más habitual, según mi experiencia.

Lo más habitual es que los guionistas de una serie tengan un contrato por obra y servicio, y que la empresa no les dé de alta como empleados en nómina, sino que ellos mismos tengan que pagarse sus seguros sociales, como autónomos, y facturen a la empresa el importe pactado por su trabajo.

Hay casos en los que los guionistas trabajan casi permanentemente en la sede de la productora: ejerciendo de escaletistas o argumentistas de una serie diaria o en un departamento de nuevos desarrollos, por ejemplo. En estos casos, sí puede darse el caso de que estén en la nómina de la empresa y, por lo tanto, sea ésta la que les pague los seguros sociales. Como tú indicas, esta situación puede ser mucho más favorable para el interesado: será la empresa quien pague sus seguros sociales, y el guionista tendrá derecho a cobrar subsidio de desempleo cuando se encuentre sin trabajo, etc.

Otra opción, menos habitual, es que el guionista facture a través de una sociedad, por que lo considere más conveniente a efectos fiscales. En este caso, en lugar de ser el guionista quien facture directamente a la productora, será esa sociedad de la que el guionista es “empleado”. Por lo que sé, los costes de la creación y mantenimiento de una sociedad sólo hacen aconsejable esta opción a guionistas que tengan unos ingresos bastante altos, que estén bien asesorados fiscalmente y/o utilicen esa sociedad para otros objetos y no sólo para facturar por su trabajo.

Por categorías, como he querido insinuar más arriba, son los dialoguistas los que suelen estar, sistemáticamente, empleados como autónomos y es entre los escaletistas y guionistas que trabajan en la empresa entre los que puede darse el caso de que estén dados de alta en la nómina como empleados de la productora.

Hasta ahora he hablado sobre televisión. En cine las cosas son muy sencillas: nadie te va a dar de alta como empleado por cuenta ajena. Tal vez ya hayas tenido que hacerlo pero, si no, lo más posible es que, cuando vendas a la productora de James Cameron ese guión para la secuela de Avatar, te tocará hacer una factura. Y, para ser legal del todo, tendrás que estar dado de alta como autónomo dentro del epígrafe de guionista tanto en Hacienda como en la Seguridad Social.

Tal vez porque en Hacienda se han enterado de la legendaria incapacidad de nuestro gremio para las cuentas, los guionistas estamos incluidos (en compañía de alfareros, pintores y escultores) en un epígrafe de Hacienda, el 861, que está exento de IVA. Es decir, ni cobramos el IVA en nuestras facturas ni debemos hacer la liquidación trimestral de este impuesto que deben hacer otros profesionales.

Eso sí, frecuentemente los propios funcionarios de Hacienda no saben cuál es el epígrafe que nos corresponde. Creo que nunca he estado más cerca de convertirme en el Michael Douglas de "Un día de furia" que en la sede de Hacienda, tratando de convencer a aquella señora de que no, de que no tenía obligación de declarar el IVA y que era ella quien debía conocer el epígrafe que me correspondía. Así que, en lugar del nombre de esa chavala que tal vez os abandone o del escudo de ese equipo de fútbol que puede descender, os recomiendo que hagáis como yo y os tatuéis ese número, el 861, en cualquier parte del cuerpo que podáis miraros en público. No lo lamentaréis.

Bien, como he comentado al principio, esta es la situación que he visto durante mis años como guionista. Sin embargo, como ya anunciaba el Guionista Hastiado en su post de este viernes, en la Inspección de Trabajo de Madrid hay alguien que cree que ésta no es la situación ideal.

Ese hombre se llama Domínguez y ha venido para cambiarlo todo.

La próxima semana os contaré lo que me dijo.

(también publicado aquí, en Bloquionistas)

19.1.10

Un verano infinito

Hace unos años, demasiados ya, vivía en Pamplona. No era un estudiante brillante, pero me las apañaba para llegar al verano sin mucho que hacer. Empeñado en leer todo lo más denso y culto aunque no lo entendiera, iba a la piscina con obras de Shakespeare en viejas ediciones de Austral. Escuchaba discos de Brian Wilson en mi walkman y tomaba el sol. Bebía café solo en la zona de la sombra y, entre un parlamento de Falstaff y una réplica de la comadre, levantaba los ojos de las hojas amarillentas del libro y miraba a las chicas que se acercaban al borde del agua, en bikini, moviendo sus cuerpos perfectos que nunca volverían a ser los mismos.

Tenía también mis amigos de verano, a los que no solía ver durante el resto del año. Nos sentábamos al sol, sobre la hierba, y hablábamos sin entusiasmo de cualquier cosa poco profunda y menos emocionante. Hacíamos algo de deporte y, preguntábamos, como de pasada, si alguien sabía algo de esa chica que nos habíamos cruzado en la zona de vestuarios y cuyo recuerdo no podíamos ahora apartar de nuestra mente. Las horas pasaban lenta y rápidamente a la vez: pronto nos encontrábamos viendo en el reloj que colgaba sobre la piscina olímpica que eran ya las ocho y media. El sol empezaba a ponerse, detrás de los edificios de ladrillo naranja que asomaban al otro lado de la tapia que rodeaba el recinto del club deportivo. Iba siendo hora de volver a casa.

El día siguiente nos traería algo parecido, y algo distinto. Tal vez alguien nos diría algo sobre la chica de los vestuarios: “Es de este colegio y salió con un tío de Madrid, pero creo que ahora ya lo han dejado” o “Creo que se apellida XXX” o “Es amiga de Paula” y entonces pasaríamos el día dándole vueltas a esa nueva información, poniéndola en duda o tratando de averiguar la manera más discreta de confirmarla. Tal vez, en cambio, al día siguiente cayera una buena tormenta y todos tuviéramos que refugiarnos en la cafetería, con las toallas y las bolsas en los brazos. Y tal vez fuera allá donde, arremolinados y nerviosos, viéramos a otra chica, rubia y sonriente, que nos haría olvidar temporal o definitivamente a la primera.

Fue unos años más tarde, posiblemente en otra ciudad, cuando vi unas cuantas películas de Éric Rohmer. No recuerdo dónde ni porqué, pero las vi. Y me fascinaron. No puedo decir que algunos momentos no me aburrieran, a veces me resultaba imposible seguir todas aquellas réplicas con suficiente atención, pero había algo en esas películas que me tocó íntimamente. No sé decir qué fue.

Tal vez fuera que las películas de Rohmer, sus historias, se parecían a mis veranos. Ahora pienso que mis amigos y yo también teníamos algo de esos personajes algo indolentes y poco ocupados que disfrutaban de la vida y hablaban, con cierta distancia, de pasiones que, en el fondo, padecían como el resto del mundo. Nosotros también veíamos el amor como un juego cuyas reglas no acabaríamos nunca de conocer, porque eran reglas que siempre cambiaban. Nosotros también pasábamos las horas contemplando a chicas, abordándolas con timidez y tratando de interpretar sus señales, siempre ambivalentes.

Hasta entonces nunca había pensado que las cosas que me ocurrían en aquella piscina fueran dignas de ser contadas. De hecho, no consideraba que nada de lo que me había ocurrido en mi vida fuera digno de ser contado. Desde luego, no en una película. Aunque ya escribía, por aquél entonces me dedicaba más bien a contar historias en las que narcotraficantes caían desde grandes alturas a la calzada de una autopista.

Gracias a esas películas de Rohmer aprendí que nada debe dejar de ser contado por ser demasiado pequeño o sutil. Eso sí, narrar estas historias aparentemente intrascendentes de manera interesante tal vez requiera un talento mayor, más delicado y menos habitual. Igual que saber apreciarlas.

Ahora que él ha muerto, las películas de Rohmer serán para mí como aquellas temporadas de verano: románticas, divertidas e… irrepetibles. Pero, así como es imposible revivir un verano ya muerto, no hay nada que nos impida volver a ver “La rodilla de Clara” o “El rayo verde. Y en ellas están almacenadas la belleza, la gracia y el amor.

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18.1.10

Amigos y algo más

"La película del mañana se parecerá a la persona que la ha rodado y el número de espectadores, será proporcional al número de amigos que tenga el cineasta (...) La película del mañana será un acto de amor." - escribió Truffaut en la revista Arts en 1957.
Leyendo este artículo en inglés del Nytimes.com titulado "La declaración de la Independencia: ¡simplemente, véndela tú mismo!" sobre nuevas técnicas de distribución del cine independiente, da la impresión de que la relación que establecía Truffaut entre el número de espectadores de una película y el número de amigos de su director resultó bastante profética.
Dice el artículo: "En el Nuevo Mundo, los cineastas mantienen todo el control sobre su obra, desde el inicio hasta el final. Conservan su propiedad, y, y esto es igual de importante, encuentran a personas que están interesadas en sus proyectos y pueden pasar a ser sus mecenas o incluso sus mentores. En el Viejo Mundo había espectadores. En el Nuevo Mundo hay espectadores que son además amigos en Facebook. En el Viejo Mundo hay anuncios de televisión y prensa, y una audiencia masiva. En el Nuevo Mundo hay redes sociales, YouTube, iTunes y nichos de audiencia."

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12.1.10

Gozar sin poseer (III) Siguiendo al tipo del chándal

Después de publicar el post de la semana pasada me encontré que algunos lectores de Bloguionistas mencionaban sitios de Internet que se podían aproximar a ese “Spotify para cine y tv” del que hablaba en el post.
Admito que, aunque conocía unos cuantos, nunca había visto una peli en ellos. Así que decidí hacer arriesgado periodismo de investigación y probar cada uno de los sitios mencionados (y alguno más). Me gasté el sueldazo que me pagan en Bloguionistas en ello. Y me sobró para un paquete de palomitas.
Voddler, no puede probarlo por ser por invitación. Sin embargo, por lo que he leído en su web, creo que sería el que más se acercara al modelo Spotify, ya que permite ver películas gratis a cambio de tragarte publi. La oferta de esta página parece ir por el cine comercial por lo poco que he podido ver.
El resto de páginas, de las que voy a hablar ahora, no incluyen publicidad. A cambio, hay que pagar por visión. Sólo excepcionalmente hay contenidos gratuitos (sobre todo cortos).




La primera web que probé fue videoclub cine 365.com (que también se ofrece en Internet con el nombre de elcineonline, posiblemente con la única intención de volverme loco). Este es una especie de video club de barrio subido a la red. El catálogo es de unas 400 películas, pero muchas de ellas son de esos productos “directo a vídeo” bastante infectos. Si quieres saber de qué peli se avergüenza tu estrella favorita, este es el lugar para encontrarla. Otras pelis, en cambio, son recientes, como por ejemplo “Slumdog Millionaire”. Los precios son muy razonables: de 0,99 a 2,99 euros (hay incluso algunas gratis). Todas las películas están dobladas y no hay opción alguna de verlas en su idioma original con subtítulos. En la película que vi como prueba la calidad de imagen era bastante justita, el streaming fluía bien y adelantar o retrasar la peli era una labor bastante complicada e imprecisa. Por lo que he visto, me parece que detrás de esta página está el grupo Filmax. En resumen, streaming asequible para el espectador poco exigente.







Después, siguiendo por las páginas nacionales, me pasé por Filmotech, que parece ser la página oficial de Egeda, asociación de productores audiovisuales. El catálogo es bastante extenso, alrededor de mil películas (aunque esto es bastante difícil de cuantificar ya que se cuentan versión inglesa y española de una misma película como si fueran dos diferentes). Como es lógico siendo una página de los productores españoles, está muy bien provista de cine nacional de todas las épocas. Su talón de Aquiles es el cine extranjero, escaso y ofrecido en versión doblada u original, pero ni rastro de ese moderno invento llamado subtítulos. La calidad de vídeo no es mejor que la de videoclub 365 y los precios son económicos: 1’39 para las pelis menos recientes, 3’49 para las más modernas. Es la página ideal para encontrar esa peli española que dejaste que se te escapara en los cines, y que no sabes cómo encontrar ahora que tienes una reunión en la que quieres hacerle la pelota al tipo que la dirigió.




Pero no podía ser todo tan fácil. Como esto es España, algunos productores y distribuidores han montado su página de streaming por su cuenta. Alta Films, Continental, El Deseo, Golem, Tornasol, Vértigo Films, Wanda Visión y Cameo han lanzado Filmin. En ella no hay apenas películas españolas, y en el catálogo online , bastante exiguo (creo que ronda los ochenta títulos) se nutre sobre todo de películas extranjeras distribuida en España por esas empresas. (Por cierto, en la página queda confuso cuáles son las pelis disponibles online y cuáles no). En sus propias palabras, apuestan por “títulos de calidad contrastada, cine de autor sin que eso signifique que sea cine poco comercial. ¿Acaso son poco comerciales "La vida de los otros" o "Anticristo"?”. La calidad del vídeo es prácticamente igual que la de los sitios anteriores, según mi experiencia. Aquí sí han oído hablar de los subtítulos y las pelis extranjeras se ofrecen exclusivamente en V.O.S.E. Precios también baratos: entre 2 y 3 euros aproximadamente. Es el lugar adecuado para ver “La Pianista”, ya que, cuando fuiste a verla a los Renoir, estabas más pendiente de dar un tranquilizador y viril abrazo a esa chica a la que invitaste que de seguir del argumento.




Por último, una página extranjera que conocí gracias a la mención de otro (amigo y) lector: se llama The Auteurs y el nombre ya lo dice casi todo. Si en Filmin hablan de ofrecer cine de calidad, aquí llevan mucho más lejos esa política. Sólo las obras de directores premiados en festivales internacionales parecen entrar en esta página: Cuarón, Kore Eda, Sokurov, Audiard... Su catálogo es muy extenso, aunque de él he calculado que en España sólo pueden verse entorno a 200 películas. Los precios son algo altos, comparando con las páginas anteriores. Una película cuesta 5 euros aunque sale más barato si compras un bono o te suscribes (en esos casos, la película puede salirte por dos euros o incluso menos). Tras The Auteurs está entre otros, Criterion, uno de los sellos de DVDs más prestigiosos del mundo. Las películas se ofrecen en su lengua original y subtituladas al inglés. Esta es la página para ver por fin aquella película que probablemente ni siquiera llegó a estrenarse en España (y que no puedes encontrar ni siquiera en la Mula).
Bien, por ahora, a falta de que alguno de vosotros me escriba diciéndome que he dejado de lado El Sitio Definitivo para Ver Legalmente Películas Online, doy por concluido el repaso de los sitios. Y me aventuro a emitir una…
Conclusión: todas estas páginas parecen bastante recomendables (desde luego, pienso que son pasos en la dirección adecuada), dependiendo de lo que busques (bueno, si tu sitio ideal es videoclub cine 365, tú y yo tendríamos un par de problemas para entendernos).
Sin embargo, ninguno de estos sitios logra tener un catálogo tan extenso (o algunos servicios imprescindibles, como ofrecer una versión subtitulada, por ejemplo), como para cubrir las necesidades de un espectador mínimamente exigente.
Por lo que he visto no existe aún nada comparable aún a lo que brinda Spotify en música. De hecho, la propia dispersión de la oferta anula la eficacia de las páginas. Es decir, si para verte legalmente “Manolito Gafotasonline tienes que registrarte y buscarla en tres páginas de streaming diferentes, es muy posible que acabes desistiendo y bajándotela directamente de una P2P o de una página de descarga directa.
De todos modos, darme una vuelta por estas páginas me ha hecho ver que la oferta de cine legal online es mucho mayor de lo que pensaba y que se ofrece a precios más que razonables. Poco a poco, y de manera torpe y dispersa, los propietarios de los derechos de las películas van ofreciéndonos una alternativa legal y atractiva a las descargas gratuitas.
Ojala pronto nos dejen sin excusas.

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5.1.10

Gozar sin poseer (II) o Aprendiendo algo del sueco del chándal

Sí, voy a escribir un poco más sobre el eterno asunto de las descargas de películas y series de internet. Se trata de una especie de continuación de este post que escribí aquí hace ya seis meses. No os quejaréis, os he dado tiempo para leerlo.
Si estáis hasta las narices de este temita, podéis pasaros a leer el loquísimo post de uno de los seis guionistas más atractivos de Bloguionistas en el que contesta y refuta mi carta al guionista joven e imaginario.
Bien, vamos con ello.
A estas alturas, poca gente razonable duda de que las descargas de archivos de Internet están provocando que la industria de los “contenidos” como le llaman los técnicos deje de ingresar cantidades descomunales mientras tanto, la industria de las telecomunicaciones y productos informáticos está viviendo una edad de oro, en gran parte debido a que sus productos son imprescindibles para la descarga, reproducción y almacenamiento de esos contenidos. Para estas Navidades, una persona que conozco ha recibido de regalo un disco duro multimedia en el que un amigo le había grabado 25o películas. Otro amigo, sesentón, le ha dicho, orgulloso, que cuando se las vea, él le puede pasar su colección de 3000. El disco duro costó 150 euros en un Media Markt.
Esta situación está afectando indirectamente también a los creadores de contenidos (músicos, productores, directores y guionistas entre otros) ya que la industria que les pagaba está en una situación económica más precaria que antes. Tal vez la televisión y el cine hechos en España no están siendo los más afectados, ya que no son los preferidos por el público que se descarga contenidos de internet, pero, indudablemente, a cada uno a su escala, a todos les afecta esta práctica.
Lo que es falso es que las descargas sean ilegales. Por ahora, tal y como se está aplicando la ley en nuestro país, la mayoría de las redes para compartir archivos se consideran un intercambio legal y sin ánimo de lucro. Por eso, ese argumento tan empleado por algunos representantes del mundo de los “contenidos” de que bajarse una película de Internet es igual que entrar al Corte Inglés y llevarte una camisa es inexacto. La policía te detiene por un robo y un juez te suele condenar por ello. Nadie me meterá en la cárcel si confieso aquí que tengo unas cuantas pelis en el disco duro, bajadas de eMule. Creo que cada argumento inexacto es un paso que aleja de la solución de un problema.
He escrito “por ahora” porque creo que el tiempo en el que bajarse todos los discos y pelis de Internet gratuitamente se va a acabar pronto. Por dos motivos: por un lado pienso que las iniciativas legales más severas van a comenzar a abundar y… por otro lado porque… simplemente los usuarios no querremos descargarnos contenidos de Internet a nuestro disco duro.
De hecho, en los últimos meses, por primera vez, se está reduciendo el volumen de archivos descargados desde redes P2P (aquí informan de que hace un poco más de año y medio, el P2P representaba el 40% del tráfico de Internet, ahora apenas llega al 20%). Entre las causas más importantes, yo señalaría tres. Primero, en algunos países la persecución de las descargas se ha incrementado, con leyes más severas. La segunda causa creo que es mucho más importante: las redes P2P han descendido por el incremento de las descargas directas de sitios como Rapidshare. Sin embargo, para mí la tercera causa es la verdaderamente crucial, porque marca un cambio de tendencia. La tercera causa es el streaming legal, es decir, programas como Spotify.






Supongo que casi todos lo conocéis. Spotify es un pequeño programa desarrollado por una empresa sueca fundada y presidida por Daniel Ek, este tipo de aquí abajo (el tío tiene 26 años).


















Uno lo instala en su ordenador (al programa, no a Daniel Ek) y le permite acceder inmediatamente a una vastísimo catálogo de música. La versión gratuita intercala publicidad entre las canciones, la versión de pago no, a cambio de unos diez euros al mes. Spotify es una alternativa “más” legal a la descarga de música desde Internet ya que ha llegado a acuerdos con las discográficas para repartir con ellas parte de los ingresos de publicidad que recibe. Sin embargo, por mucho que esto entristezca a algunos lectores, creo que el éxito de este programa no se debe a que los consumidores prefiramos una opción que permite ingresar algo de dinero a los artistas y sellos discográficos. La razón del éxito de Spotify es que es… mucho mejor que una red P2P y además es… igual de gratis.
¿Por qué es mejor?
Porque nos ahorra tiempo, trabajo y espacio de almacenamiento en el ordenador. ¿Prefieres descargar y guardar un archivo en tu ordenador sin poder escucharlo antes y arriesgándote a que contenga un virus o escucharlo inmediatamente en óptima calidad? La respuesta es obvia. Spotify es simplemente mejor que lo que había. Yo lo uso incluso para escuchar discos que ya tengo en mi disco duro (y también, evidentemente, para escuchar los que tengo en CD original).
Spotify nos libera de los obstáculos que implica la posesión. Por que la música está en… ese limbo que llamamos “servidores centrales”. Más o menos, en el mismo sitio en el que están todos los mensajes de nuestras cuentas de Gmail.
Sin embargo, Spotify no sólo trae ventajas al oyente. También, evidentemente, a las discográficas que ahora ven la posibilidad de ingresar algo por lo que hasta hace unos meses… no les reportaba nada. Ganarán poco por cada reproducción de cada canción pero… ¿y el dinero que se ahorrarán en producir y distribuir cada uno de sus discos? ¿Y los ingresos que les reportará todo esa parte de sus archivos que, como suele denunciar el Pianista, tenían hasta ahora descatalogado y que, ahora, será accesible para todo el mundo en cualquier momento?
Spotify es, a mi entender, la mejor aplicación que he conocido hasta ahora de la teoría de la Larga Cola, que dice que la Red ofrece una oportunidad óptima de sacar beneficios de productos que no sería rentable distribuir de modo tradicional (y por eso estaban descatalogados).
Spotify también es bueno para los artistas y para las entidades de gestión de derechos de autor ya que permite obtener datos claros e incontestables sobre el número de veces que se ha reproducido una grabación. La labor de recaudación de las entidades (si cobran su parte a Spotify también, cosa de la que no estoy enterado) se vería muy facilitada.
En definitiva, Spotify me parece la respuesta que se esperaba de la industria discográfica desde hace mucho tiempo.
Ok, ahora os preguntaréis, ¿por qué carajo nos suelta todo este rollo sobre Spotify si estamos en un blog de guionistas?
Porque, como reclamaba Santamano, el cuarto guionista más atractivo de su hogar, en este post de su blog, lo que andamos necesitando desde hace tiempo es… un Spotify para cine y televisión.
Señores productores de cine y tele. No hay mucho que inventar. Por favor, copiénselo todo a esos suecos. (O a los americanos de Hulu, que, al parecer, es un modelo parecido a Spotify pero aplicado a cine y TV. Todavía no ha llegado a Europa y no he podido probarlo, por eso no lo uso como referencia).
Películas gratis a cambio de tragarnos anuncios y películas de pago para verlas sin publicidad. Suscripción premium para ver pelis sin publi todo el mes. Posibilidad de comprar una película y descargarla si la necesitamos ver cuando estemos off line, por ejemplo, en un viaje.
Otras posibilidades: pago por película suelta que queramos ver sin publi. Otra posibilidad: precios más caros para películas de estreno (sí, creo que las pelis pequeñas pronto se estrenarán en ese Spotify para cine y tele) y precio más barato para películas que ya han hecho el grueso de su carrera comercial. (Ojo, estoy hablando de precios muy razonables. No puede pedirse al espectador que pague por ver una peli el mismo dinero que en una sala de cine: el productor se está ahorrando los gastos de copias, distribución y exhibición de la película).
¿Imagináis lo que sería poder acceder a cualquier película con un simple click? ¿Y navegar entre la filmografía completa de tu director o actor favorito y buscar rápidamente tu secuencia favorita y verla, por fin, en versión original o doblada, tantas veces como quieras?
Además, un Spotify para cine (y series) tendría ciertas ventajas que harían que pudiera tener aún más éxito que el musical: los archivos de vídeo son mucho más pesados y exigen mucho más tiempo de descarga y, muy frecuentemente sólo se reproducen una vez. Es decir, son las condiciones ideales para que triunfe un streaming.
Otra ventaja para que triunfe un Spotify de cine es que las películas y series suelen verse habitualmente en casa. No está tan generalizado el uso de dispositivos portátiles para ver películas (y nunca lo estará, porque ver una película es incompatible con muchas actividades – andar, correr por el parque – que sí se pueden realizar mientras se escucha música). Es decir, que ese nuevo Spotify del que hablo como si ya existiera, se encontraría con el principal problema del existente, que necesitamos descargar algunos archivos a nuestro dispositivo portátil, pero en mucha menor medida que el actual Spotify.
¿Qué hace falta para que este Spotify ideal llegue a ser una realidad?
Las dificultades técnicas ya no representan un problema demasiado grande. El principal obstáculo es que los productores de series de televisión y cine lleguen a un acuerdo para digitalizar sus contenidos y colgarlos de una plataforma similar a Spotify. Es imprescindible que se unan, ya que la diversidad de plataformas sería muy contraproducente.
Aunque nos han dado muchas pruebas de lo contrario, yo pienso que los ejecutivos de las empresas de producción son inteligentes y saben que centrar su negocio ahora en vender DVDs es casi tan productivo como poner sus esperanzas en la resurrección de la musicassette.
Ahora, por favor, por el bien de los consumidores, de los artistas y, sobre todo, por su propio bien, les agradeceríamos que dejaran de una vez de quejarse, de promocionar manifiestos y mesas antipiratería, y nos dieran una alternativa mejor a esas descargas que ustedes llaman ilegales. Está en sus manos.

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